Amado Divino Masculino, lamento mucho que por mucho tiempo no pude honrar tu presencia debido a mis heridas. Lamento mucho que no pude ver antes la importancia de tus dones, tus principios, tus modos y de como éstos complementan los dones, principios y modos del Divino Femenino.
Lamento que no pude ver que tu corazón es tan tierno como el mío, que también estoy dentro de ti. A través de mis heridas te sentí destructivo, violento, amurallado, distante e interioricé esta imagen en mi mente, perpetuando así estas actitudes que reflejaban el peligro y la dominación, haciendo las heridas más profundas y comprobando que mis falsas creencias eran realidad. Y en respuesta, sentí un rechazo a hombres que me hablaban con dulzura y gentileza, percibiendo esto como debilidad y falta de masculinidad.