Si durante los primeros meses después de dar a luz llevaste la maternidad con bastante tranquilidad o al menos sin grandes choques internos, o a pesar del cambio que supone has navegado dignamente la primera etapa, no te extrañe que en algún tramo entre el sexto mes y el año comiences a sentir un decaimiento que no habías percibido antes. Algunas mamás decimos que de pronto hemos tenido un bajón, otras hablan de algún tipo de crisis, o de apatía-cansancio generalizado.
A veces me habéis preguntado el por qué de esta bajada de ánimo pasados de estos meses después de parir. Yo creo que de manera general por esta época suelen confluir una serie de factores que tienen una incidencia destacada en el puerperio. No se tienen que dar todos los que os comento a continuación, pues cada persona y circunstancias son muy particulares, pero aquí quedan por si os sentís identificadas con alguno de ellos:
– Ya pasó la recuperación física más inmediata, la inestabilidad emocional más cruda y en general el aclimatamiento a una nueva vida. Hemos puesto toda nuestra voluntad en gestionar esta etapa del mejor modo posible, sabiendo naturalmente que nuestro tiempo era para el bebé que teníamos en brazos, nos hemos ocupado en todo momento de sus necesidades relegando las nuestras a los últimos puestos de nuestras prioridades. Nos hemos olvidado de lo que era ducharse de verdad, de lo que era tener un trabajo o quedar para tomar un café, algo que vamos asumiendo con más o menos éxito porque sabemos que es lo que toca en ese momento.
Después de estos meses suele haber un poco más de orden interno. Por eso comienza a apetecer salir más hacia fuera, retomar alguna actividad, y sentir de algún modo que vamos recuperando nuestros espacios individuales. Pero… resulta que esto no es tan fácil como pudiera parecer. Nuestro cuerpo y nuestra mente nos dicen que ya estamos mejor e intentamos volver a algunas de nuestras prácticas anteriores. Nuestra realidad nos muestra que ese regreso habrá de darse más lento de lo que quisiéramos. Esto nos puede llegar a frustrar. A veces nos hace sentirnos esclavas del bebé cuando antes no habíamos tenido esta sensación. Y es que:
– Nuestro bebé ya no es un recién nacido. Ahora duerme menos durante el día. O si antes dormía mal, es posible que continúe así solo que ahora arrastramos más cansancio de fondo. Ahora se mueve más, tal vez gatea, con lo que hay que estar aún más pendiente de él. Ahora le estamos dando alimentación complementaria, con lo que necesitamos más tiempo para preparar su comida y darle de comer a distintas horas. Tal vez en algún momento imaginamos que podríamos ir retomando nuestra vida como mujeres paralelamente a la vida como madres… pero esa idea se da de bruces con lo que realmente estamos viviendo.
– Si comenzamos a trabajar a partir del cuarto mes después de dar a luz, podemos añadir más cansancio a la cesta. El trabajo puede aportar esa parcela de individualidad deseada, pero también acumula quehaceres en casa y quizás menos tiempo con el bebé del que quisiéramos. Aquí entra también la conciliación de tareas con la pareja, que no siempre es fácil. Y entre todo este engranaje se abren grietas y se cuela la culpa por no saber si estamos haciendo realmente lo mejor para nuestro hijo.
– Se hacen más patentes las dinámicas relacionales con la familia, sobre todo las relaciones con nuestra madre y con la madre de mi pareja, porque nuestra maternidad va a despertar energías dormidas en ellas y en nosotras. Si estas relaciones son difíciles o conllevan tensión, son otro factor a sumar a esta fase donde además llevamos cansancio acumulado y es frecuente que cualquier roce prenda la mecha del enfado y la discusión. En todo caso la relación con nuestra madre y nuestra suegra después de la maternidad merece un artículo aparte.
– En algunos casos las mujeres esperamos que pasados estos meses nuestro cuerpo ya se haya recuperado visiblemente. Pero nuestro cuerpo lleva su ritmo… en muchos casos lo sabemos, pero se nos hace cuesta arriba. Estamos acostumbradas a estar menos redondeadas y menos blanditas, que es como parece que nos quiere la sociedad, así que nos sentimos mal. Nos cuesta creer que en general tendrá que pasar año y medio al menos para encontrarnos con unos contornos más asentados que habrá que aprender a amar.
– Ya hemos mencionado que la crianza de un bebé saca nuestra sombra en sus muchos aspectos. Esta es una de las variables más densas a tratar y por eso le dedicaré también una entrada aparte. El caso es que hacia este sexto o séptimo mes nos ha dado tiempo de ir vislumbrando algunas de esas grietas por donde se cuela la oscuridad… y eso no mola. Nuestra sombra se alimenta de los diversos estados negativos que afloran y he ido mencionando como pueden ser el cansancio, la frustración, la duda o la culpa.
¿Qué hacemos con todo lo que va emergiendo en este tiempo? ¿Se nos está yendo de las manos esto de ser madre? ¿Seguro que podremos con ello?
Normalmente podemos con ello mejor de lo que creemos, y si se nos fuera de las manos, siempre se nos ofrece la oportunidad de retomar en el momento que queramos, de reconciliarnos con nosotras y con nuestro hijo sin culpabilizarnos. No somos malas madres (qué expresión más mal acuñada), es lógico aún vayamos agotadas y que a veces tengamos sentimientos encontrados hacia nuestro bebé.
También es bueno saber que iremos recuperando esos espacios personales perdidos. A veces un poco más tarde de lo deseado, a veces de formas insospechadas, pero al final solemos encontrar maneras distintas y creativas para disfrutar de tiempos para nosotras.
Ante todo eso que emerge, lo mejor es observar, darnos cuenta de lo que va despertado la maternidad en mí: lo bonito y lo feo.
Como suele suceder, observar lo feo es lo que más me ayudará a crecer. Y además de observar, hacerlo consciente, hablarlo con mi pareja y no en cualquier momento, no en ese día donde todo ha sido un desastre y estamos cansados o enfadados. sino buscando momentos en los que ambos podamos estar tranquilos. Algunas mamás me confirmáis que a veces ayuda mucho escribírselo al otro en una carta para que yo lo exprese desde la calma y el otro lo lea con calma. Sin herir, tan sólo expresando cómo me siento. También es muy importante y sanador hablar con otras madres, buscar algún círculo o actividad con el bebé donde pueda encontrarme con mujeres que me comprendan o sencillamente me escuchen y acojan.
La observación y la consciencia generan el motor del cambio si este es necesario. Ayudan a dar pasos que serán clave en mi aprendizaje vital y por tanto me acercarán más a mí misma y a mi felicidad. La experiencia de la maternidad no es fácil porque es removedora: despierta emociones, nos hace más fuertes y tiernas, pero genera dudas, equivocaciones… por eso molesta y muchas personas prefieren pasar de puntillas a través de ella. En nosotras está la elección de cómo queremos caminar.
Ante lo que emerge… mejor sentarse igual que frente a un amanecer: contemplando con calma y dejando que el corazón se abra. El corazón sabe… comprende… y ama.
Y a partir de ahí ya se irán tomando decisiones a lo largo del día.
Y todo estará bien… al final de cada recodo… todo estará bien.