Es un camino iniciático de largo recorrido… y como sucede en estos periplos, parece que viajas sólo, pero esto no es cierto. Existe apoyo y comprensión por multitud de parejas que viven o vivieron su maternidad como pudieron y supieron. Tu experiencia se asemejará poco o mucho a lo que te cuento a continuación, porque hay tantos partos y puerperios como personas, pero espero que algo del hilo que corre por debajo de estas palabras resuene contigo y te lleve a sentir esa red invisible que une a todos los padres y madres del mundo.
Cuando llega un bebé al mundo comienza una nueva vida para todos los implicados: recién nacido, madre, padre y hermanos si los hay. Para la madre comienza el puerperio, una etapa que, como vimos en el artículo anterior, vamos viviendo a lo largo de uno o dos años hasta que nos encontramos finalmente asentadas con nuestro nuevo «yo».
Al principio todo es intenso, sobre todo cuando somos padres por primera vez. Si todo salió bien en el parto, así fuera natural o una cesárea, durante los dos días siguientes la madre suele vivir un estado interno de euforia: «todo está bien y el bebé está por fin en mis brazos». Incluso si durante el parto las cosas no salieron como pensábamos, la naturaleza es sabia y en cuanto notas al bebé contra tu pecho un montón de sensaciones cálidas invaden tu cuerpo y tu interior. El bebé busca el pezón y succiona para ir alimentándose del calostro.
Entre el segundo y el tercer día…
una cadena de acontecimientos se suceden. Lo normal es vernos en algún momento desbordados con todo lo que está sucediendo: esto es normal, y no tiene que ver con no valer para ser madre o padre… nos pasa a todos. Ánimo con ello:
Bajada de hormonas importante
En la madre se da una bajada de hormonas importante y esto provoca que nuestro estado de ánimo también pegue un bajón. El cuerpo busca un nuevo equilibrio a todos los niveles y al principio este cambio nos desestabiliza mucho emocionalmente. De pronto nos sentimos muy cansadas, puede que también tristes, los miedos nos asaltan… Como estamos agotadas tras todo el trabajo que implica el dar a luz, también comienzan a hacerse más patentes las molestias y dolores. Además el cuerpo comienza a recolocarse: órganos, músculos y huesos empiezan este trabajo al que habrá que concederle tiempo y paciencia, pues si bien la recuperación física inmediata se sitúa en unos 40 días, no es menos cierto que pasarán meses (otros nueve como mínimo) hasta que nuestro cuerpo se estabilice. Todas estas sensaciones se amplifican… ¿es esto una depresión? No, esta bajada emocional entre el segundo y el tercer día viene dada principalmente por las hormonas. Esto no quiere decir que después todo se suavice de pronto, pues hasta llegar a cierta estabilidad el vaivén de emociones estará presente. Para navegarlas lo mejor es aceptar, no luchar contra ello, darnos tiempo, y si el cuerpo nos lo pide llorar un poquito para desahogarse, mejor en compañía de alguien que nos escuche.
La instauración de la lactancia
En estos días se da la subida de la leche: los pechos aumentan de tamaño (debido a una vascularización o formación de vasos sanguíneos y capilares en esta zona), habrá sensación de hinchazón, aumento de temperatura y sensibilidad en las areolas. En muchos casos esta vivencia se torna difícil por falta de información o por falta de ayuda y acompañamiento. Hay muchos falsos mitos que aún perduran y que debemos ir desenmascarando. Sería bueno saber que el tamaño de los pechos no influye para la cantidad de leche, que cualquier madre tiene leche más que suficiente para criar a su bebé (otra cosa son los factores psicológicos), que no existen leches que no alimentan, que un parto con cesárea no impide dar el pecho… por citar algunos ejemplos.
Yo animo siempre a las embarazadas a que busquen charlas sobre lactancia, se informen en asociaciones dedicadas a la crianza o que acudan a matronas que las puedan asesorar y acompañar personalmente. Desde mi punto de vista, una información completa al respecto no solo hará referencia a todo lo relacionado con dar el pecho, sino también a la lactancia artificial como opción, explicando ventajas, desventajas, métodos, recursos, posibles problemas y soluciones para ambas alternativas. Está claro que lo mejor para mamá y bebé es dar el pecho por muchos motivos, pero tener una visión «fundamentalista» al respecto muchas veces en vez de ayudar lo que hace es crear angustia a la madre.
Lo ideal sería buscar esta ayuda antes de dar a luz. También hay multitud de enlaces en internet, pero pasa algo parecido a lo que puedas leer en papel: la información no cala igual y te pierdes con facilidad. Está bien acceder a ella como complemento, os dejo un enlace que para mí es interesante: Alba Lactancia Materna.
El retorno a casa
Todos deseamos volver por fin a casa y dejar el hospital, pero cuando llegamos a nuestro hogar nos sentimos descolocados. Esto es lógico, regresamos con un bebé y eso implica muchas situaciones nuevas que necesitan tiempo para hacernos con ellas. Se inicia un proceso de reorganización para toda la familia en el que habrá que aprender casi desde cero y por tanto tropezaremos unas cuantas veces y dudaremos otras tantas, nos sentiremos sobrepasados o angustiados con facilidad, pero esto forma parte de ese adaptarnos todos. Es bueno asumir estos estados de ánimo, para recuperar la calma en cuanto podamos. Asumir nos llevará a no estresarnos. Y saber que hará falta paciencia y compasión para con nosotros mismos, es decir, mejor no exigirse bajo normas rígidas o preconcebidas y confiar en que todo saldrá bien.
En el caso de la madre, para poder discernir qué es mejor en cada momento para el bebé y para ella misma, lo mejor es conectar con la intuición y con el instinto (femenino y ahora maternal), que en esta etapa funciona a todo trapo. Podemos bloquear estas capacidades si dejamos que el miedo y el estrés se apoderen de nosotras: respirar profunda y conscientemente es fundamental para regresar a nuestro centro cuantas veces haga falta y sin culpabilidad.
La razón o la mente analiza en una primera fase, pero el discernimiento verdadero para la madre no procede de su cabeza, de ahí que choque a veces con protocolos u opiniones que pueda leer o escuchar a otras personas. Por eso el instinto de una madre rechinará en lo profundo si le dicen, por ejemplo, que no coja al bebé en brazos mucho tiempo porque es malo y se acostumbrará. Algo le dirá que su pequeño necesita sus brazos (cariño y contención) como nosotros el agua . «¿Y si yo no siento ese instinto, y si yo no valgo?» puede decir alguna madre. Calma… toda mujer tiene la valía necesaria, Y si se siente bloqueada o se conduce desde su creencia mental, lo hará lo mejor que sepa o confiará en quien ella elija. Y los demás deberíamos de respetarla siempre.
Comienzan las visitas
(al hospital y después a casa) que pueden ser mínimas o se nos pueden ir de las manos… No todo el mundo se da cuenta de que a los padres recientes es mejor dejarles tranquilos en su nido, y que el recién nacido se altera fácilmente con las visitas, sobre todo con las personas que vienen con mentes o emociones alteradas. Por más ganas que otros tengan de conocer al bebé, lo importante es esa familia que acaba de nacer. Normalmente esa familia no está los primeros días (y casi ni el primer mes) para recibir visitas, poner cafés y mantener conversaciones a la par que un ambiente agradable. Vendrán los padres de la pareja que da a luz, y es lógico, o los hermanos, y esto incluso variará dependiendo de la situación familiar.
Tal vez haya parejas que sí quieran celebrar con las personas queridas el nacimiento de su bebé, pero en todo caso es importante que lo que se decida sea una opción elegida por ellos. En general es una ayuda que este tema se gestione antes de tener al bebé, como cada uno considere. Si es preciso se habla con portavoces de familia y de grupos de amigos y que se encarguen ellos de hacer cadena o abrir grupos de whatsapp para pasar el cariñoso aviso: os agradeceríamos que… más adelante será más fácil para nosotros… Decía una matrona que conozco: Y si viene gente,que vengan con un taper de comida, o dispuestos a planchar ropa. No es mala idea… .
El bebé comienza su adaptación
y al igual que nosotros, necesita tiempo y paciencia. Soy de la creencia de que el alma de ese bebé viene de otro plano o dimensión a encarnar un cuerpo con el que vivirá toda una vida llena de experiencias. Cuando nace todo es extraño, su percepción aún fluctúa entre el allí y el aquí, ha de hacerse a su cuerpo, al entorno, a los olores y los sonidos, y es importante que su energía vaya tomando tierra y se enraíce. Lo que más necesita no es sólo el alimento, sino el calor y el cariño sobre todo de su madre y la protección familiar de su padre.
A veces ese enraizamiento cuesta, o la experiencia del nacimiento para el bebé ha sido especialmente traumática, o ese recién nacido conecta con la angustia consciente o inconsciente de los padres… son motivos como éstos los que pueden generar los famosos cólicos del lactante, esos que dependiendo del médico se les otorga una causa u otra: intestino o sistema inmunológico inmaduro es la más escuchada. Otras más modernas hablan de estrés o cansancio del lactante en un momento de inmadurez neurológica y fisiológica. Lo que yo veo es que el aterrizaje supone todo un shock para un bebé, y dependiendo de las circunstancias que traiga y con las que se encuentre, será más o menos llevadero. Comprender esto ayuda a los padres a tomarlo con calma, aunque quien ha vivido el llanto prolongado de su bebé durante semanas sabe lo difícil que es mantener el tipo. Os dejo una propuesta que suele ser muy beneficiosa en estos casos, y es llevar al bebé a un terapeuta para que le haga un masaje cráneosacral. La técnica del renacimiento o rebirthing, que a veces se da mientras se realiza el masaje craneosacral, también resulta liberadora para el recién nacido.
Y… volver a lo esencial: conectar con nuestro corazón para darle a nuestro pequeño todo el amor, las caricias, la contención de los brazos y las nanas… ya antes de nacer y sobre todo desde el momento en que nos miró a los ojos, él se enamoró de nosotros, no lo olvidéis nunca. Nos ha escogido como padres y nos ama incondicionalmente, pase lo que pase. Y eso supera cualquier barrera.
Pasarán unas seis semanas
(y estos son plazos generales) hasta que pasemos a otra etapa que suele ser un poco más tranquila.
Durante estas seis semanas, en la madre los cambios hormonales siguen produciendo picos de ánimo en los que podemos pasar de la felicidad a la tristeza en poco tiempo. Habrá madres que sientan amor a primera vista por su bebé, y habrá muchas otras donde se dará una mezcla de sensaciones que van desde no estar preparada, verse de pronto con una enorme carga, no estar segura de aquel deseo de ser madre, hasta rechazar al bebé o comprobar que ese pequeñín no se parece tanto a lo que una imaginaba…
Este caos emocional nos produce una fuerte sensación de desorden interno. Para colmo, nuestro yang o energía masculina (la que organiza y actúa) ha encogido y es nuestro yin (pasivo, sensible, intuitivo, contenedor…) el que impera. A pesar del desorden y la paradoja de sensaciones no sólo todo esto es natural, sino que tanto esta conciencia alterada como esa energía femenina desatada es imprescindible en esta fase: crea en nosotras el estado necesario para que nuestra mirada se dirija solo al bebé y a sus necesidades, y para que no nos enredemos en hacer otras cosas que no proceden ahora. A menudo, dejar esa vida llena de cosas por hacer que teníamos antes, cuesta mucho…
El puerperio en esta primera fase será mucho más llevadero para las mujeres:
–Si comprendemos y aceptamos esta dinámica interna (sabiendo que nos pasa a todas y que es natural) sin luchar contra ello.
Cuando ese caos interno que conlleva el puerperio no es comprendido ni aceptado no solo por la madre sino tampoco por el entorno externo (y este entorno hostil a veces comienza en el propio hospital, donde no se respeta ni se comprende a la mujer que acaba de parir) entonces oímos hablar de depresión postparto, un diagnóstico que se aplica con demasiada rapidez y como si se tratara de una enfermedad, pero que muchas veces tiene más que ver con esta incomprensión social y con la desconexión inconsciente por parte de la mujer de su propia naturaleza maternal.
Y cuando ese caos continúa de manera intensa a lo largo de los meses siguientes, es probable que el puerperio esté revelando grietas en mi vida que antes estaban ocultas, pues mi bebé conecta con el bebé/niño que fui y lo que vivió en su infancia, sacude mi parte más oscura y desentraña facetas inexploradas de mi relación de pareja. Pero todo esto es un tema aparte que trataré más adelante en otro artículo.
– Si pedimos lo que necesitamos con sinceridad, haciéndonos conscientes de que nuestro papel ahora es ocuparnos del bebé. No somos superwoman ni podemos con todo… aunque a veces lo parezca…
– Si tenemos al lado a alguien que nos acompaña y ayuda. Normalmente será la pareja quien se ocupe de cuidarnos y apoyarnos, así como de la acción: papeleo, casa, recados varios… En estas primeras semanas el padre sigue jugando un papel importante como protector y sostenedor del espacio familiar. Más adelante podrá buscar apoyos y espacios para él, pues está claro que a los papás también les remueve el tener un hijo. ¿Se puede hablar de algún tipo de puerperio masculino? Invito a los lectores que lo deseen a escribirnos su vivencia al respecto. Nos falta bibliografía e información sobre este tema.
Además de la pareja (y porque en muchos casos se incorporan demasiado pronto al trabajo) sería muy beneficioso contar con alguna persona más que eche una mano para lo que se necesite. Esto no significa que tengamos que tener a alguien en casa que esté encima de nosotras todo el tiempo y nos diga lo que hay que hacer, sino todo lo contrario: se trata del acompañamiento sutil depersonas que sean respetuosas con nuestras necesidades, nuestro aprendizaje y nuestros tiempos, que pregunten y escuchen sin imponerse, y que nos refuercen positivamente si hace falta.
Hoy en día, cuando el concepto de tribu ya no tiene cabida en nuestras poblaciones, encontrar este acompañamiento es difícil. Por eso surge la figura de la doula y cada vez es más conocida. Y es que sucede a menudo que las madres nos encontramos solas, sin nadie que nos contenga y comprenda (porque la pareja o personas cercanas no saben cómo hacerlo o porque no tenemos a nadie cerca).
Y por eso surgen también otros conceptos, como el de red de apoyo. Todas las puérperas necesitamos esa red, más aún cuando vivimos en núcleos donde imperan unos mandatos sociales que nos apremian por todos lados a «volver a la normalidad» en vez de comprender y facilitar esta etapa para que podamos criar con más calma y confianza y eso se refleje en nuestros niños. No volveremos a la normalidad, si eso significa retornar al estado anterior a tener a nuestro hijo. Entraremos poco a poco en otro estado diferente en el que podamos re-conocernos con nuevas cualidades y un brillo distinto. El camino será dulce y amargo… tejamos pues redes visibles e invisibles donde podamos sentirnos apoyadas y podamos expresar y compartir todo lo que se mueve en esta etapa. Esas redes pueden estar en nuestra familia primaria, pero pueden extenderse a amigas, grupos creados en torno a la maternidad, foros de internet (en un espacio más virtual)…
No tengáis miedo… y si lo tenéis, reconocedlo con tranquilidad y no le deis poder. Vosotras contáis con otro poder infinitamente más fuerte que se amplifica cuando os convertís en madres, que os otorga valentía, fortaleza y ternura a partes iguales, os transforma la mirada y redondea vuestra energía … fue el poder que salvó a Harry Potter cuando sólo era un bebé de un terrible final… lo reconoceréis en algún momento. Tener un hijo es una oportunidad para mujeres y hombres de experimentar el Amor desde sus muchos cauces. Os deseo una apasionante aventura.